¿Empecemos por entender qué es la Autoestima?
La autoestima se compone de las creencias que albergamos acerca de nosotros mismos, englobando nuestras cualidades, habilidades, modos de sentir y pensar, y configurando así nuestra «imagen personal» o «autoimagen». Esta valoración propia se construye a partir de las sensaciones y experiencias acumuladas a lo largo de la vida, determinando si nos consideramos inteligentes o menos inteligentes, capaces o incapaces, y si nos agradamos o no. La importancia de esta autoevaluación radica en su impacto significativo en la realización de nuestro potencial personal y nuestros logros.
Las personas, dada su complejidad, no pueden ser fácilmente definidas en breves términos. Por ello, resulta fundamental evitar generalizaciones basadas en uno o dos aspectos identificados en los cuales creemos que no destacamos. Este enfoque es esencial ya que la diversidad de matices en nuestra personalidad es considerable.
Tomemos ejemplos concretos:
- Puede que seamos extrovertidos con amigos pero reservados en casa.
- Un bajo rendimiento en el fútbol no implica que seamos ineptos en todos los deportes.
- El no obtener buenos resultados en un examen no indica que no tengamos aptitudes para los estudios.
Reconocer la complejidad de nuestras facetas y evitar generalizaciones simplistas es crucial para una comprensión más precisa de nosotros mismos y para cultivar una autoestima saludable.
¿Cómo se forma la Autoestima?
La construcción de la autoimagen es un proceso gradual que se desarrolla a lo largo de la vida, con cada etapa aportando diversas experiencias y sentimientos que contribuyen a formar una sensación general de autovaloración o desvalorización. Durante la infancia, descubrimos nuestra identidad física y social, aprendiendo sobre aceptación y rechazo. Estas primeras experiencias influyen en la percepción de nuestro valor personal.
La formación de la autoestima también se ve moldeada por la influencia de los padres, ya que hasta los 7 años imitamos sin cuestionar lo que observamos en ellos. En la adolescencia, una etapa crítica para el desarrollo de la autoestima, se busca forjar una identidad sólida y obtener apoyo social que coincida con nuestros valores. La transición de la dependencia a la independencia es crucial, y una autoestima fuerte desde la infancia facilita la superación de crisis y el logro de la madurez.
La baja autoestima se relaciona con distorsiones en el pensamiento, como sobregeneralización, autocrítica excesiva y pensamiento de todo o nada. La superación personal desempeña un papel vital en la construcción de la autoestima, implicando la mejora continua en diversas áreas de la vida y el desarrollo de nuevas habilidades. Aceptar y amarse a uno mismo, incluso con virtudes y defectos, es esencial para el crecimiento personal.
La superación aplicada a la autoestima requiere esfuerzo y autoreflexión. La comunicación asertiva y la confianza en uno mismo son fundamentales para el éxito personal. Identificar y trabajar en áreas mejorables, así como apreciar las cualidades positivas, contribuye significativamente a fortalecer la autoestima. La realización de un autoanálisis, identificando lo que se valora y lo que se puede mejorar, conduce a una mejora sustancial en la autoestima y produce resultados tangibles en el camino hacia el éxito personal.
Formas de mejorar la autoestima
La autoestima es maleable y susceptible de mejoras. Existen diversas acciones que podemos emprender para elevar nuestra autoestima:
Desarrollar Proyectos de Superación Personal: Gran parte de nuestra autoestima se ve influenciada por el equilibrio entre los éxitos y fracasos en nuestra vida. Alcanzar nuestras metas y satisfacer nuestras necesidades genera emociones positivas, fortaleciendo la autoestima. Abordaremos un método que facilita estos cambios, compuesto por cuatro pasos clave:
Primer paso: Establecer una Meta Clara y Concreta: Definir una meta específica y clara es fundamental para el éxito, ya que ayuda a identificar lo que realmente deseamos alcanzar. La meta debe ser sincera, personal, realista, divisible y medible. Ejemplos incluyen obtener una buena nota en una asignatura, ser más popular, llevarse bien con los hermanos, practicar deporte o ahorrar dinero.
Segundo paso: Establecer Tareas para Lograr la Meta: Una vez que tengamos clara la meta, es esencial identificar las tareas necesarias para alcanzarla. El esfuerzo continuo y pequeños avances son clave para mejorar en cualquier aspecto. Utilicemos el ejemplo de los ciclistas en una competencia, donde superan diversas etapas a lo largo de semanas.
Tercer paso: Organizar las Tareas en un Orden Lógico: Ordenar las tareas es crucial para evitar la sensación de abrumo. Un plan de trabajo bien estructurado, ya sea siguiendo una secuencia temporal lógica o priorizando tareas más sencillas al principio, facilita la consecución de la meta.
Cuarto paso: Poner en Marcha y Evaluar los Logros: Comprometernos con el proyecto personal es el siguiente paso. Es importante implementar las tareas y evaluar los logros obtenidos. La evaluación puede ser desafiante de hacer personalmente, pero contar con la ayuda de familiares o amigos facilita una perspectiva objetiva de nuestros progresos.
Recuerda, la baja autoestima es temporal y puede cambiar con la decisión de embarcarse en el viaje de la superación personal.
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